La carroza de oro (1952) Jean Renoir
A veces el tiempo deja en evidencia incluso épocas enteras. Esta maravilla, en su día fue un fracaso de público y también poco apreciada por la crítica, aunque Truffaut la alabó gloriosamente. Y es que bajo el barniz frívolo y el jolgorio, bajo los ropajes refinados y la farsa de los comediantes aquí fluye una obra depurada, rica en matices, con una concepción estética sobresaliente, unas interpretaciones prodigiosas y una sutil y profunda reflexión (pero sin pedanterías) sobre el teatro y la vida, abordando las complejidades de la vida tanto como las del arte, la expresión y representación de la vida que es el arte. Además la sublime, genial, Anna Magnani borda uno de los papeles más desenfadados y sin embargo conmovedores que se recuerdan. Realmente ante una OBRA MAESTRA, con todas las letras y en mayúsculas, como "La carroza de oro", uno se plantea ¿qué ocurrió?, ¿por qué no logró el reconocimiento que merecía entonces?. Quizá a cierta crítica de cine intelectualizada una película así les pareciera meramente estética o superficial, y lo que tuviera prestigio crítico fuera el engolamiento, la lentitud morosa y la gravedad tantas veces asociadas al "cine de calidad", lo que mucha gente llama "un tostón". Sin embargo, Renoir, hijo del pintor, una y otra vez se dedicó, el buen hombre, a hacer obras maestras, como quien respira. Y la bondad y el humanismo de Renoir, como no podía ser de otra manera, vertebran y surgen en cada fotograma de esta divertida e impagable obra de arte. ¡Benditos los ojos!.
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