Akira Kurosawa
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Mikio Naruse, gran maestro del cine nipón, aún sigue algo a la sombra de Ozu, Mizoguchi, o el propio Kurosawa, pero el grado de maestría que fluye en estas tres (no es un programa doble, es triple) películas le coloca entre los grandes maestros del cine japonés. Hay que remediar urgentemente este olvido en el que suele estar sumido su cine. Aquí va mi granito de arena, en parte gracias a la bondad de la red.
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Madre (1952) Mikio Naruse
La dignidad con la que Naruse muestra la precariedad revela a un director dotado de una capacidad sobresaliente para expresar la naturaleza humana, en especial cuando las grietas horadan las esperanzas y los pesares hacen cola, pero a pesar de todo las nubes nunca ocultan del todo el sol. Su mirada, aunque expresa el drama y el dolor, no cierra los ojos ante las pequeñas alegrías de la vida.
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Nubes flotantes (1955) Mikio Naruse
Conmovedora historia de amor que supone la obra maestra más lograda de Mikio Naruse. La expresión del drama fluye con una sensibilidad y depuración formal sólo al alcance de los grandes maestros del arte cinematográfico. El talento del nipón es sutil, y a veces parece tener la cualidad misteriosa atribuida a los lamas de volverse invisible ante los demás. Aunque su estilo se aleja del plano-secuencia, lo prodigioso de su estilo está en la manera en que logra una fluidez portentosa con una capacidad de composición excepcional y un montaje preciso, que otorga tensión interna o paz interior según lo requiera la escena. Aunque el montaje suele ser despreciado como una manipulación efectista que pervierte la esencia naturalista del cinematógrafo, y un exceso de montaje suele revelar una gran mediocridad y artificiosidad formal, Naruse logra hacer un uso del montaje abundante pero magistral que se aleja del efectismo por la delicadeza con la que engarza y realza las preciosas gemas de las que se compone esta película que posee vida propia.
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Nubes dispersas (1967) Mikio Naruse
La única película en color del maestro nipón revela posibilidades en el uso del color sólo al alcance de los espíritus más sensibles y sutiles, como el de Naruse. Su posterior muerte negó una progresión sin duda ascendente en la utilización del color que a buen seguro hubiera dado con hallazgos valiosos. Y en su metraje, puro Naruse, los sentimientos se expresan con tal sensibilidad y hondura que no puede menos que admirarse al gran director y ser humano que fue Mikio Naruse.
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