Yi Yi (2000) Edward Yang.
Esta película, de apenas 3 horas de duración, es una maravillosa muestra de humanismo lúcido, que no escamotea el drama y las contrariedades de la vida pero se atreve, con naturalidad, a luchar y sonreír. La película, sin embargo, cerró la filmografía del director taiwanés Edward Yang. Pocos alcanzan el don de expresar con sencillez lo complejo, pero Edward Yang alcanzó ese don, creó su obra cumbre (un don no se guarda, se da, como la nube recoge para derramarse) y murió. Edward Yang fue garlardonado en Cannes, y varios críticos consideraron "Yi Yi" la mejor película del año, lo que no es nada raro, lo raro es encontrarse con un film que fluye con tal serenidad y fe en la vida, eludiendo optimismos bobalicones y dramatismos pesimistas. Lo difícil es encontrar ese equilibrio vital, narrativo y cinematográfico que muestra la vida en su complejidad sin caer en el derrotismo, sino alzándose hacia lo maravilloso. Se trata de un film depurado, en el que laten ecos del maestro Ozu, y bastantes más referencias cinéfilas, un gran amor al cine, expresado en una de sus líneas precisas de diálogo "con el cine vivimos el triple de nuestras vidas", y una sencillez enraizada en la sabiduría vital para expresar la Vida, incluso todas las vidas, pues el film es un río que expresa el propio fluir de la vida, desde el embarazo a la muerte, con una sobriedad y amor por la Vida que sorprenden por su poesía sin retórica. Una película esencial, radical (de raíz) y universal. Si me quedaran dos palabras para comentarla diría tres: obra maestra humana.
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