No soy ningún ángel (1933) Wesley Ruggles
La incomparable Mae West se convirtió en un mito erótico en los años 30, y sin duda sus notables réplicas, cargadas de chispa libidinosa, tuvieron mucho que ver... Además, su característico, algo exagerado pero coqueto, contoneo y su evidente alegría de vivir, la elevaron a los altares de musa del cine ¡¡¡imprescindible!!!, pues no ha habido otra igual. Nadie ha recogido su antorcha, muchas se han movido, muchas han proferido réplicas picantes, pero con Mae West se rompió el molde, sólo había una y en este film además de espabilar a un pelín pánfilo Cary Grant cuando aún no era Cary Grant (Cary Grant dijo una vez que el también quería ser Cary Grant) deja para la historia algunas de sus célebres frases, y de sus significativas miradas, más cargadas de delicia erótica que de burda lascivia, por eso era Mae West. Ella no descubrió el erotismo, pero lo hizo, si cabe, aún más delicioso.
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